*Foto: Pedro Szekely
El centro de Bogotá es uno de los mayores atractivos turísticos de la ciudad. Tiene una población flotante estimada en un millón setecientos mil habitantes y el 60 por ciento de los bienes de interés cultural y patrimonial de Bogotá están ubicados en esta zona, según el informe de la Secretaría de Cultura Recreación y Deporte. Sin embargo, con el desplazamiento de la actividad comercial y el crecimiento urbano hacia el norte de la ciudad, a mediados del siglo XX, el centro se despobló y se transformó en una de las zonas más peligrosas de Bogotá. Según el informe de Bogotá Cómo Vamos, publicado en octubre del año pasado, uno de cada diez casos de los homicidios que se registraron en Bogotá ocurrieron en la zona centro y la tasa de robos en las localidades del centro es cuatro veces mayor que la del resto de la ciudad.
El Plan Parcial de Renovación Urbana de Fenicia, que estará terminado en siete años, es una de las iniciativas con las que la Universidad de los Andes contribuirá para cambiar la cara del centro, el corazón administrativo, cultural y académico de Bogotá. Ethel Segura, arquitecta y jefe de Regulación y Normatividad Urbana de la Vicerrectoría Administrativa y Financiera de la Universidad de los Andes, habló con Bogotá Visible sobre este proyecto, su trabajo dentro de los Andes y el papel de la Universidad en la renovación del centro de Bogotá.
¿Cómo es la relación de la Universidad con el Distrito?
Cumplí doce años en esta Universidad y ya llevo cuatro administraciones. Cuatro años de administración es muy poco para hacer todo lo que necesita una ciudad. Hay unas construcciones muy valiosas que desde la Universidad queremos apoyar y contribuir para que se den porque sabemos que la ciudad las necesita. Nuestra posición es de trabajar con la administración de la mano, queremos apoyar en lo que podamos en todas las instancias. Por eso estamos generando convenios, haciendo trabajo conjunto, proyectando, planteando debates para discutir el Plan de Ordenamiento Territorial (POT), queremos ofrecer estos espacios a la ciudad porque es necesario que empecemos a jugar un rol mucho más activo. No estar tan distantes, viendo desde la barrera, sino que seamos mucho más activos en los procesos de construcción de la ciudad.
Lo bueno es que las nuevas generaciones quieren participar más de los procesos de la ciudad porque les duele más estar en un trancón, sentirse inseguros, hay un grado de conciencia distinto que también permite que haya una participación conjunta no sólo como institución, sino como comunidad. Con esta Administración estamos trabajando, lo hemos hecho con las anteriores. pero esta nos motiva y nos mueve mucho, pues, por fortuna, tenemos una articulación permanente y hay un trabajo diario.
¿Cuál es su papel dentro y fuera de la universidad?
En la universidad tengo un diálogo con todas las oficinas, tanto administrativas como académicas, orientadas al tema de ciudad. En esa medida, busco articular los intereses de los proyectos de la universidad con los temas que la ciudad proyecta hacia el futuro. Mi día a día consiste en tratar con estos actores, hacer que tengan un mejor diálogo con nosotros en pro de los proyectos que planteamos y también formular proyectos especiales de interés mutuo, la Universidad y el Distrito, o las partes que puedan participar dentro del proyectos más amplios.
En ese sentido, en los planes de renovación del Centro Histórico, ¿cuál sería el papel de la Universidad de los Andes?
La Universidad tiene una responsabilidad muy grande por localizarse en el centro. Tiene un compromiso desde su rol como institución académica, pero también debe garantizar espacios de diálogo con su entorno. Los procesos de renovación o de transformación tienen que darse a través de una visión conjunta de ciudad. Progresa Fenicia, que es el ícono de renovación que ahora lideramos, marca una pauta de procesos efectivos que pueden darse en los esquemas que la ciudad ha planteado, pero también influye en la política que permite la transformación del centro.
Por el deterioro que esta zona ha sufrido se necesitan acciones conjuntas. Nuestro rol, además de liderar, ha sido lograr permear en otras instituciones y actores la voluntad de participar en procesos de transformación. Fenicia es ese primer paso, es la forma de decir que podemos actuar en pro de la transformación del centro, mejorar las condiciones de calidad de vida del entorno de los habitantes y de la comunidad uniandina que interactúa permanentemente con él.
Además de Fenicia, ¿hay otros proyectos?
Tenemos Entorno Universitario, que es todo lo relacionado con el Campus. También hay previstos proyectos de distintas escalas, transformaciones en espacio público con temas de movilidad en la carrera Primera, apropiación y uso del parque Espinosa. La universidad se proyecta como un campus mucho más conectado con la ciudad y estas intervenciones de espacio público van a permitir estas conexiones. Hacia la calle 18 tenemos varios proyectos, no diría que de acupuntura urbana, pero sí algunos que buscamos sean detonantes de transformaciones y de conexión con La Candelaria. Por ejemplo, la Plaza de la Concordia es el proyecto más cercano, fue restaurado y pretendemos llegar allá porque es un territorio que la comunidad uniandina no recorre con frecuencia porque no se considera parte del Campus. Queremos que la comunidad uniandina conozca mejor todo el territorio, más allá del Eje Ambiental, interactuando, además, con otras universidades.
Todo esto lo hacemos de la mano de la Alcaldía Mayor en todas las competencias que pueden estar involucradas. La Secretaría de Cultura tiene esa responsabilidad, pero también Planeación Distrital y, por ser ámbito patrimonial, el Instituto de Patrimonio y el Ministerio de Cultura, que son nuestros mejores socios porque podemos hacer trabajos conjuntos en lo cultural, en el espacio público, en la movilidad y en la competitividad.
De cara a lo que resta de esta Administración, ¿cuál será el cambio que la gente comenzará a ver en el Centro?
Quedan tres años, porque realmente una administración de cuatro años tiene un año de proyección y de ajustes del anterior y el cuarto es para cortar la cinta, para entregar, así funciona la dinámica política. En realidad, en términos de proyectos de ciudades tres años es muy poco tiempo. Si vemos, por ejemplo, las licencias urbanísticas acá en el centro nos cuestan mucho más porque se debe acudir a instancias en Patrimonio y en Ministerio. Antes demoraba un año y medio sacar una licencia. Ahora, gracias al diálogo entre el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural y el Ministerio de Cultura, demora ocho meses. Reducir tiempos hace parte de la competitividad de la ciudad. Las transformaciones se van a dar, pero son paulatinas y tienen un proceso. Tenemos que pensar si la primera transformación que podemos dar es la iluminación, por ejemplo. Algunos cambios van a ser visibles, otros tomarán más tiempo. El deterioro es bastante y requerirá una gran inversión.
¿Qué acciones se están dando para lograr esos cambios?
Turismo, por ejemplo, está planteando un tema de certificación del centro pero tenemos que pensar qué verán y qué van a recibir esos turistas. Tenemos que proponer ambientes favorables para que ciertas cosas pasen. La vivienda universitaria es uno de esos cambios favorables. En tres años vamos a ver más avances. Fenicia estará consolidado en siete años, pero siempre verás a la ciudad transformándose. Siempre va a haber obras. Estamos considerando, en la parte alta de la Circunvalar, hacer toda esta articulación paseo de las universidades, mejorar estos corredores de accesibilidad, consideraciones de carpooling.
También está el parqueadero que se busca hacer arriba y que contribuirá a que haya menos congestión en esta zona. Este tipo de acciones sí van a generar un impacto en movilidad. En el seguimiento que hacemos, se ha visto un aumento de biciusuarios, eso implica disponer más infraestructura.
¿Qué es lo más importante en estos procesos?
Lo importante es que la ciudad empiece a hacer seguimiento de sus intervenciones, que no sea una intervención aislada, como sucede regularmente. Se hace la intervención del edificio pero no se tiene el plan de entorno. Un ejemplo concreto es la Plaza de la Concordia, donde se hizo una restauración de la plaza, hay un colegio y se abrió una galería, la galería Santa Fé, pero cuando vas a ver se elevaron los precios por causa de esa intervención porque ya hay especulación del suelo, pequeñas tiendas –que no está mal–, hay un comercio local, pero que no contempla procesos de emprendimiento como se ha hecho en Fenicia. La idea es que estas familias puedan mejorar su poder adquisitivo, su calidad de vida. Este tipo de medidas se deberían tomar en la transformación del centro de Bogotá.
Hace falta pensar los proyectos en todo su conjunto. Todavía estamos cayendo en errores como los que se cometieron en las construcciones de Transmilenio con corredores que generaron “culatas”, como en la troncal de la calle 80. Ya sabemos que no se debió hacer de esa forma, pero lo seguimos formulando proyectos que no son integrales. Para hacer proyectos de este tipo no necesariamente se requieren inversiones mayores, sino motivación de los propietarios o corresponsabilidad con los propietarios. Hacer procesos de participación, que las personas participen en los procesos de la ciudad. Es indispensable fortalecer los proyectos en ese sentido y ese es uno de los retos.
No estoy de acuerdo en que esto se convierta únicamente en jornadas de limpieza o jornadas de pintura porque cae un aguacero y hasta ahí llegó la pintura. La gran preguntas es ¿cómo logramos que esto sea más sostenible? ¿cómo hacer para que no se pierdan esos esfuerzos sino que estos construyan? Eso es lo que necesitamos pensar para las transformaciones del centro, que estas intervenciones empiecen a construir una transformación mucho más sostenible y orientada a que los residentes disfruten más, la comunidad que pasa por aquí disfrute más y que la gente quiera volver al centro es lo más importante.