Portada: Fotografía de Rodrigo Dávila, Cortesía de MGP Arquitectura y Urbanismo
Felipe González-Pacheco, arquitecto colombiano y director de MGP Arquitectura y Urbanismo, habló con estudiantes de arquitectura de la Universidad de los Andes sobre Plaza de la Hoja, proyecto de Vivienda de Interés Prioritario adjudicado por concurso público, y las decisiones institucionales que lo alejaron de ser un proyecto permeable, con ambientes comerciales y conectado con el espacio público. Las viviendas fueron entregadas a víctimas del conflicto armado en el marco del programa de Vivienda Gratis del Gobierno Nacional y la política del Centro Ampliado del Gobierno Distrital.
Durante la administración de Gustavo Petro se promovió la construcción de Vivienda de Interés Prioritario (VIP) en el centro ampliado de Bogotá para dar posibilidades de integración urbana a población vulnerable y de bajos recursos económicos. El proyecto Plaza de la Hoja, que ubica estas viviendas viviendas en la carrera 30 con calle 19 (pleno centro de la ciudad), buscaba romper las dinámicas de poblaciones desfavorecidas asentadas mayormente, y por su bajo costo de vida con referencia al centro, en los barrios periféricos de la ciudad.
Esta política se alinea con la idea de ciudad de Felipe González-Pacheco, quien identifica la segregación por estratos como un problema de la ciudad, pues crea límites socioeconómicos que aislan a la ciudadanía y afectan la calidad de vida de la población con menos recursos económicos. Para González-Pacheco, la ciudad es el último espacio en el que los sistemas políticos buscan equidad e igualdad y se desvirtúa cuando no todos los ciudadanos tienen los mismos derechos y deberes.
El arquitecto plantea que oponerse a la construcción de viviendas de Interés social y prioritario en el centro y norte de Bogotá, bajo el argumento de que estas zonas de la ciudad mantienen un costo de vida alto, es mantener un discurso que esconde un pensamiento clasista y racista.
El proyecto que presentó González-Pacheco, ganador de un concurso internacional con cerca de 40 participantes, estaba diseñado para que sus habitantes tuvieran la posibilidad de acceder a diferentes servicios a través de obras que reactivaran el sector: un centro de desarrollo comunitario, un centro cultural, un jardín infantil, espacios comerciales, una torre de oficinas y una intervención en la plaza. Estos espacios lograban que el primer nivel del proyecto fuera permeable y público.
Plaza de la Hoja tiene 457 viviendas de interés prioritario. Seccionadas en torres de diferentes alturas, terrazas con vista a los cerros y a la ciudad, permitían la entrada de luz a cada una de las viviendas y espacios comunes. Las torres y barras componían un tipo de vivienda de una sola crujía a la que se accedía por corredores que permitían relaciones urbanas y sociales al interior y exterior del proyecto.
Las viviendas de 50 metros cuadrados se estructuraron mediante un sistema de divisiones flexibles para que el área de habitaciones, sala y comedor se adaptara según las necesidades de los residentes. Para disminuir costos se decidió poner un muro estructural que divide el primer espacio para una habitación y un muro de yeso para dividir la segunda que, según González-Pacheco, los residentes no quitan porque no saben que está diseñado para moverse. Esta falta de pedagogía limita la flexibilidad real de la propuesta. El área de servicios se planteó con cocina, área de ropas, un baño —fraccionado en dos para permitir mayor libertad de uso— y un espacio para ventas que finalmente no se construyó por el costo en la obra.
Para que la ciudad funcione, afirma González-Pacheco, se deben construir proyectos integrales que además de ofrecer vivienda nueva generen nodos con oportunidades de empleo, emprendimiento, educación, cultura y entretenimiento. En ese sentido, el arquitecto propuso la gestión y coordinación de Metrovivienda como institución a cargo de la construcción; la Secretaría de Integración Social, construyendo el Centro de Desarrollo Comunitario y el Centro de Emprendimiento; la Defensoría del Espacio Público y Transmilenio, interviniendo la plaza; la Secretaría de Cultura, creando el Centro de Cultura y el Instituto de Desarrollo Urbano y habilitando las oficinas y los parqueaderos públicos. Toda esta operación buscaba que el proyecto Plaza de La Hoja fuera capaz de revitalizar su sector de influencia y ofrecer calidad de vida a sus habitantes. Metrovivienda construyó los edificios, pero las demás instituciones no participaron en el desarrollo del proyecto.
Según González-Pacheco, la construcción de la primera planta es fundamental para que el proyecto funcione como un espacio de convivencia y abierto a la ciudad. Para él, proyectos como Ciudad Verde se oponen a esta idea, pues son espacios encerrados, con interiores dedicados a parqueaderos y zonas verdes precarias que apenas cumplen con la norma y no propician actividades en espacios de calidad. Por eso Plaza de la Hoja proponía una primera planta abierta al público con espacios comerciales, un paseo peatonal al interior de la estructura y servicios que se volvieran parte de la ciudad y se articularan con la plaza. El arquitecto recalca que al momento de proyectar este tipo de edificios se debería evitar establecer límites cerrados entre lo público y lo privado, más bien trazarlos como líneas en el suelo usadas como transiciones entre los espacios, de manera que la división entre lo público y lo privado quedara invisibilizada.
La propuesta de González-Pacheco no se realizó. Las instituciones públicas decidieron construir únicamente las viviendas y un jardín infantil ajeno a los diseños del arquitecto. Por falta de cívica escondida detrás de argumentos de seguridad, las entradas fueron cerradas con rejas impidiendo la permeabilidad propuesta en el proyecto, la conexión con la plaza y la efectividad de los espacios comerciales que hoy están abandonados. Según el arquitecto, este cierre se debe más a una falta de cultura cívica que a un problema de seguridad. Las actividades de esparcimiento se dan en un andén y se desaprovecha el resto del espacio. González-Pacheco dice no comprender por qué los dueños de la viviendas usan los espacios de la comunidad para parquear carros. Agrega que quien tiene la capacidad de adquirir un vehículo debería poder pagar también un parqueadero privado, no uno subsidiado por recursos públicos. Para él, un proyecto del Estado debería promover el uso del transporte público y evitar que espacios destinados para la comunidad se conviertan en parqueaderos para unos pocos.
Para el arquitecto Felipe González-Pacheco el proyecto de Plaza de La Hoja, más allá de construir vivienda, tenía la intención de crear espacios para mejorar la calidad de vida de quienes habitarían allí. Los problemas actuales del proyecto, afirma el arquitecto, radican en la falta de voluntad política y de presupuesto para culminar los demás edificios e intervenciones. También en los mismos habitantes, quienes desconocen el sentido público y comunal de los espacios propuestos.
Este artículo es producto de la entrevista realizada al arquitecto Felipe González Pacheco por Cristhian David Sainea, estudiante de arquitectura de la Universidad de los Andes y voluntario de Bogotá Visible.
Cristhian David Sainea Buitrago
Estudiante de Arquitectura de la Universidad de los Andes.