Artículo escrito por MA. Rafael Méndez, profesor de cátedra del Departamento de Arquitectura de la Universidad de los Andes y publicado en la Revista Proyectos número 18 en Julio 2016.
¿Cómo definir el centro de Bogotá? Difícil pregunta. Incluso definirlo geográficamente no es fácil. Sabemos dónde está, a los pies de los cerros tutelares de Monserrate y Guadalu-pe, pero no son claros para los bogotanos su extensión ni sus límites.
Comúnmente asociamos el centro con La Candelaria, la loca-lidad limitada administrativamente por los cerros al oriente, la carrera Décima al occidente, la calle cuarta al sur y la avenida Jiménez al norte. Con esta delimitación quedan por fuera muchos espacios públicos, construcciones o conjuntos urbanos, que en la memoria colectiva hacen parte del centro como el barrio Las Cruces, el parque Santander, el Cemente-rio Central o el Centro Internacional.
La delimitación del centro histórico por parte de la alcaldía extiende los límites a las calles primera al sur y 34 al norte, y hasta la avenida Caracas al occidente, comprendiendo toda la localidad de La Candelaria y parte de la localidad Santa Fe. Sin embargo, el centro es un territorio más grande, ciertamente difícil de delimitar, que incluye sectores dinámicos como el Centro Internacional y su extensión desde el norte hasta el Parque Nacional, áreas olvidadas como la de los hospitales de San Juan de Dios y La Samaritana o en deterioro como parte de la localidad de Los Mártires, en donde se encuentran el Voto Nacional, el Hospital de San José y la Estación de La Sabana.
Es una zona que pasa de las 675 hectáreas, con más de 130.000 habitantes (sumando los datos de las localidades de La Candelaria y Santa Fe), pero que recibe diariamente una población flotante estimada en un millón de personas. Esto es un octavo de la población bogotana que visita, estudia o trabaja en menos del 2 % del área urbana del distrito.
En cuanto al significado que tiene el centro para la ciudad, esta zona contiene las huellas de la fundación de la ciudad: 25 manzanas entre los ríos San Agustín, hoy calle sexta, y San Francisco, hoy avenida Jiménez, y entre los cerros, aproximadamente la carrera tercera y la unión de los ríos en una cañada a la altura de la carrera Décima. Desde esta trama fundacional, la ciudad creció paralela a los cerros y desde los años cincuenta del siglo pasado hacia el occidente. De esta manera, el centro se convirtió en un centro descentrado geográficamente, que sigue siendo el punto de encuentro en la división socioeconómica sur-norte que apareció y se consolidó desde muy temprano en la historia de la ciudad.
El centro contiene buena parte de los bienes de interés cultural de la ciudad, especialmente los más importantes y es-timados que, complementados con instituciones culturales y de Gobierno, conforman el mayor atractivo turístico de la ciudad. Sobre la huella del centro ha evolucionado la ciudad y su arquitectura, por lo cual, al recorrerlo, podemos encontrarnos con los testimonios de ese desarrollo. A lo largo del eje norte-sur de la Séptima, encontramos las iglesias de las primeras parroquias; hacia el extremo sur la entrada a los barrios obreros y las zonas donde se establecieron las primeras industrias de la ciudad; hacia el norte la arquitectura moderna va reemplazando las viejas construcciones hasta llegar al mejor conjunto urbano moderno frente al viejo panóptico convertido en el Museo Nacional. El eje transversal que baja desde los cerros lleva por una sucesión de plazas desde el Chorro de Quevedo, pasando por la Plaza de Bolívar, San Victorino, la Plaza de los Mártires, hasta llegar a la Plaza España. Adentrándose en los cuadrantes que definen estos corredores se encuentra la variedad y complejidad que es el centro, reflejo, a su vez, de la metrópolis que se extiende a sus pies.
Paradójicamente y a pesar de ser el lugar más concurrido de la ciudad, muchos bogotanos tienen la imagen del centro como una zona de informalidad y congestión, con espacios abandonados y en decadencia.
El deterioro del centro se inició con el desplazamiento de la actividad comercial hacia el norte y el fuerte crecimiento urbano desde la mitad del siglo pasado. Los disturbios y daños del Bogotazo fueron una buena excusa para el desplazamiento de residentes, instituciones y comercios y la formación de nuevas centralidades (no planificadas) en la ciudad. La escala del centro se alteró con las intervenciones viales de la carrera décima, la calle 26, la calle 19 y la calle sexta, que dejaron bordes destruidos e inconclusos, que desaparecieron a su paso importantes espacios y actividades de la ciudad como el mercado central, el Parque Centenario, y que separaron barrios como Santa Bárbara y Las Cruces o Las Nieves y San Diego.
Frente a la reducción de la actividad comercial y de la población residente en los años ochenta, el Plan Centro buscó rescatar al centro de la depreciación producto de su abandono. Se rescató buena parte del patrimonio construido, pero también se incentivó la gentrificación de La Candelaria. La Nueva Santa Fe, que promovía el retorno de vivienda al centro, fue una equivocada operación de renovación que desplazó a los pobladores del barrio Santa Bárbara. El Parque Central Bavaria, una operación inmobiliaria en los predios de la vieja cervecería, lleva más de treinta años de desarrollo, demostrando la dificultad de comprender y apreciar las bondades de vivir en las áreas centrales de la ciudad.
Posteriores operaciones para sanear y mejorar el centro han quedado inconclusas o han sido contraproducentes. El parque Tercer Milenio reemplazó el sector de El Cartucho y hoy es un vacío urbano sin bordes activos; Transmilenio reemplazó el transporte tradicional ineficiente por la Caracas y la Dé-cima, pero afectó la calidad de su espacio público peatonal y no ha representado un impulso para el mejoramiento ni la renovación de sus bordes.
Más afortunada fue la intervención del Eje Ambiental de la Jiménez, sobre el recorrido del desaparecido río Vicachá o San Francisco, que nos recuerda que la ciudad fundada a los pies de los cerros también estuvo surcada por varios ríos y quebradas que fueron desapareciendo, desviadas y entuba-das bajo sus vías vehiculares.
Desde hace poco más de una década varias instituciones universitarias decidieron quedarse en el centro y aportar a la mejoría del entorno de sus sedes. Se trata de una apuesta por mantener activo el centro con el dinamismo de la población estudiantil, sin embargo, la actividad universitaria, en su expansión, desplaza actividades y habitantes tradicionales, tienen una alta demanda de servicios que afectan negativamente su entorno y deja tiempos muertos en la vida urbana durante los periodos de vacaciones.
En los últimos años se iniciaron nuevos proyectos de renovación que por ser procesos largos, dependen de la continuidad y la voluntad de la administración distrital para que se lleven a cabo. La integración entre la Estación Central, Fenicia, San Bernardo y algunos ministerios que pueden cambiar la cara y la percepción del centro, hacen una apuesta enorme por densificar la vivienda y en algunos casos por mantener a los habitantes y a las actividades existentes en los sectores de intervención.
En suma, el centro sigue siendo un foco de atención que presenta diversas situaciones con enorme potencial de proyectos e inversiones públicas y privadas. La solución de problemas, producto en buena medida de su complejidad, requiere de compromisos de larga duración, actualización de la información e innovación en las propuestas.